miércoles, 6 de julio de 2022

 

HAMNET

(Maggie O’Farrell)




La escritora irlandesa tardó mucho en escribir Hamnet. Tanto, que antes terminó tres libros antes de ponerse con ese documento que tenía en su ordenador.

La autora dice:

-“Tenía una sensación extraña acerca de escribir sobre el tema. No soy una persona muy supersticiosa, pero había algo, quizás porque tengo un hijo y dos hijas como Shakespeare. Sentía que no podía escribir el libro hasta que mi hijo no tuviese más de once años. Suena absurdo, porque no existe demasiado peligro de que mi hijo coja la peste negra, aunque nunca sabes. Ahora tiene 17, así que creo que está fuera de peligro”. 

Agnes (Anne Hathaway) esposa de Shakespeare, es la verdadera protagonista de esta historia. Su padre escribió Agnes en lugar de Anne en su testamento. Y ese es el nombre que le asigna la autora en su libro. La figura de una mujer que no fue ni sombra ni pequeña, pese a la estatura que el tiempo le ha concedido a su monumental esposo.

Es una vindicación no una reivindicación de este personaje, la mujer de Shakespeare, 8 años mayor que él, campesina, gran conocedora de las propiedades de las plantas, visionaria, tiene un sexto sentido, sabe lo que va a pasar, cura enfermedades mediante las plantas, una mujer del bosque, podría ser cualquier mujer del siglo XVI, pero la autora se empeña en mostrarnos todo lo extraordinario que hay en ella. Sabe a lo largo de la novela en su lecho de muerte estará acompañada por dos de sus hijos, no por los tres que tiene. Pero ella no es capaz de salvar a su hijo y tampoco de sentirlo tras su desaparición. Solo sabe que está enterrado en el cementerio, con la mortaja que ella misma le hizo, descomponiéndose poco a poco. Y eso la incapacita durante un tiempo, son sus hijas las que tienen que hacerse cargo de los asuntos de la familia. Entre ellos, los negocios de su padre, que invertía sus enormes ganancias del teatro en comprar propiedades. Es un personaje con mucha fuerza.

Curiosamente a Shakespeare ni le nombra, ni siquiera por su nombre de pila William. Quizá porque como comentaba previamente la que le interesa en realidad es ella Agnes, su mujer.

William Shakespeare nació en 1564 en Stratford–upon-Avon (Inglaterra), es el tercer hijo de John, comerciante y fabricante de guantes y Mary. La andadura de Shakespeare como dramaturgo empezó tras su traslado a Londres, donde rápidamente adquirió fama y popularidad en su trabajo para la compañía Chaberlain's Men, más tarde conocida como King's Men, propietaria de dos teatros, The Globe y Blackfriars. También representó, con éxito, en la corte. Sus inicios fueron, sin embargo, humildes, y según las fuentes trabajó en los más variados oficios, si bien parece razonable suponer que estuvo desde el principio relacionado con el teatro, puesto que antes de consagrarse como autor se le conocía ya como actor.

Hay pocos datos de la vida personal de William Shakespeare, pero muchos menos todavía de su familia. Estaba casado con Anne Hathaway –sí, como la actriz– y tuvo tres hijos: Susanna, Judith y Hamnet, que eran gemelos. El niño falleció a los once años. O'Farrell se enteró de ese dato cuando tenía 16 y aún estaba en el instituto. Y se le quedó grabado. En el siglo XVI Hamnet y Hamlet eran dos formas intercambiables del mismo nombre, lo que para ella quiere decir que Shakespeare le escribió una obra a su hijo fallecido. O, al menos, con su nombre.

 Otra peculiaridad de esta novela es su estilo, muy pausado, muy bello en sus descripciones de la vida doméstica del siglo XVI, pasan pocas cosas, pero las que pasan van dejando huella indeleble en cada uno de los lectores.

El tema principal es el duelo, la muerte, el temor a la perdida de nuestros seres más queridos. Y la manera en que enfocan esta muerte cada miembro de la familia.

Trata también el tema de la maternidad, el embarazo, el parto, el matrimonio, con una sensibilidad sorprendente. Narra igualmente la dificultad para gestionar la pérdida de un hijo.

Pero también es un homenaje al teatro. De forma sutil a lo largo de toda la narración, que se hace explícita cuando la novela está a punto de terminar. Agnes viaja hasta Londres al corral de comedias donde su marido representa Hamlet y en esa escena final, la autora cierra todos los cabos sueltos de la trama; conecta con el teatro el doble dolor de la madre: por la pérdida del hijo y por el presunto distanciamiento del marido; y enlaza la tragedia doméstica del pequeño Hamnet con la tragedia universal del príncipe de Dinamarca. Agnes, experta en hierbas medicinales, sanadora de cuerpos –pero incapaz de sanarse a sí misma por la muerte de su hijo–, descubre en el corral de comedias otro tipo de «magia», «el encantamiento del hechicero» que obran los actores en el escenario. La conexión «entre la vida y el teatro». Y entonces «entiende»: «la comprensión llueve sobre ella en finas gotas: su marido ha obrado algo semejante a la alquimia».

Frase que le dijo Shakespeare a su esposa antes de morir

'La vida es muy corta para amarte en una vida, prometo buscarte en la otra'.

Apetece seguir leyendo a esta autora, por ejemplo: La primera mano que sostuvo la mía, Tiene que ser aquí y Sigo aquí.

 

 

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

(Tatiana Tibuleac)



El libro conquista por su título.

¿Cómo eran los ojos de la madre de Aleksy para dedicarles este libro?

“Los ojos de mi madre eran un despropósito”,

“Los ojos de mi madre eran los restos de una madre guapa”,

“Los ojos de mi madre lloraban hacia dentro”,

“Los ojos de mi madre eran el deseo de una ciega cumplido por el sol”,

“Los ojos de mi madre eran campos de tallos rotos”,

“Los ojos de mi madre eran mis historias no contadas”,

“Los ojos de mi madre eran las ventanas de un submarino de esmeraldas”,

“Los ojos de mi madre eran conchas despuntadas en los árboles”,

“Los ojos de mi madre eran cicatrices en el rostro del verano”,

“Los ojos de mi madre eran brotes a la espera”.

La novela narra la historia de Aleksy, un afamado y desequilibrado artista plástico a quien su psiquiatra le recomienda escribir sobre el último verano que pasó con su madre antes de que ella muriera de cáncer, para solucionar un persistente bloqueo creativo. Arrastrado por los recuerdos, Aleksy relata una niñez miserable marcada por la pérdida de una hermana, el abandono del padre y su internamiento en un centro psiquiátrico, donde brilla un odio áspero y profundo por su madre, que se transformará gradualmente en dependencia y en una especie de amor disfuncional, cuando la madre le confiese que una enfermedad se la va a llevar por delante y que es el último verano que pasarán juntos.

Al avanzar en esta relación Aleksy define con mayor precisión cómo son los ojos de su madre.

La madre es una mujer que no ha sido amada y no ha cumplido sus sueños, y el perder a una hija la sume en una situación insostenible. La falta de amor se hereda de una generación a otra, aunque siempre hay tiempo para romper esa cadena. Cuando una familia sufre una pérdida, generalmente no se consigue reaccionar en grupo y, a pesar de que el dolor debería ser un sentimiento que uniera a la gente, suele ser el que la separa. Y, de hecho, creo que no tiene importancia el hecho de quién culpa a quién, de que él culpe a la madre, porque cuando en una familia sucede una tragedia, todos culpabilizan a los demás y también a sí mismos.

La autora moldava Tatiana Tibuleac opina que quizá sea ingenuo pensar que unos meses pueden cambiar una vida, pero cree sinceramente que puede suceder, que siempre hay tiempo para hacer las paces. Incluso puede suceder después de la muerte. Cree que estos son los mensajes del libro, la reconciliación y el perdón, que las cosas pueden repararse a pesar del tiempo y a pesar de todo, aunque sea en el último momento.

En cuanto a su estilo tan directo y descarnado dice que siempre persigue que las imágenes que describe provoquen una reacción emocional y que en sus libros la escritura fácil es muy difícil de encontrar. Pero no ve en ellos sólo crueldad, oscuridad y violencia, hay también luz, paz y lirismo, oasis en forma de versos para que el lector descanse de esas escenas tan duras.

Periodista de formación, se dio a conocer en 1995 como columnista de uno de los diarios más importantes en lengua rumana. En 1999 empezó a trabajar en televisión, donde consolidó su papel dentro del periodismo de corte social y actualmente reside en París, donde continúa colaborando con los medios. Tras esta primera novela, auténtico fenómeno literario en Rumanía y ganadora de premios como el otorgado por la Unión de Escritores Moldavos, el de la revista literaria Observator Cultural y el Lyceum, en 2018 Tibuleac publicó la segunda, Jardín de vidrio.

miércoles, 26 de enero de 2022

 Una pasión escrita


Una mujer poco convencional

Cuando la joven Victoria regresa a Madrid después de unos años en Viena, se enfrenta a la encorsetada vida social de las mujeres de la alta burguesía española. La época en que frecuentaba los salones literarios vieneses y cultivaba su afición por la escritura parece haberse quedado atrás, pero ella no está dispuesta a resignarse.

Una pasión por la que alzar la voz

Mientras tanto, en la zona más popular de la capital, Diego trabaja en la imprenta familiar al tiempo que lucha por abrirse un hueco como reportero. Son años efervescentes para el periodismo, en los que los artículos de El Imparcial, El Liberal y La Correspondencia son comentados por todos los madrileños. Será precisamente en uno de estos diarios donde los destinos de Victoria y Diego se crucen por primera vez

Tras el éxito de ‘Un destino propio’, la autora burgalesa María Montesinos acaba de publicar ‘Una pasión escrita’, la segunda obra de la trilogía sobre mujeres que lucharon por ejercer su profesión a finales del siglo XIX. Y ante todo deciros que se trata de novelas de lectura independiente, aunque se crucen personajes y estén ambientadas en la misma época.

‘Un destino propio’ con el que comenzó la trilogía fue autopublicado en Amazon bajo el título ‘El indiano’, aunque la versión posterior cuenta con diversas modificaciones introducidas por la autora. Es la historia de amor de Héctor Balboa y Micaela Moreau, una joven soltera de Madrid, empeñada en cambiar el destino de las niñas sin educación y al mismo tiempo, defender su libertad e independencia frente a los designios marcados por su familia. 

Esa novela me cautivó y es la que me hizo coger con tantas ganas ‘Una pasión escrita’. En ella la autora nos lleva al Madrid de la prensa, los gacetilleros, las imprentas, las tertulias literarias…. un mundo reservado a los hombres, pero al que muchas mujeres literatas de finales del siglo XIX deseaban acceder.

Es el caso de Victoria Velarde (que ya apareció en ‘Un destino propio’ como amiga de Micaela Moreau en la Institución Libre de Enseñanza), una joven aristocrática, recién llegada de Viena al Madrid provinciano de la época que, como otras muchas mujeres que le acompañan a lo largo de la novela, lucha por hacer realidad su sueño y abrirse un hueco como articulista en la prensa de la época e, incluso, como novelista.

En su caminar conocerá a Diego Lebrija, miembro de una modesta imprenta familiar en el barrio de Lavapiés que, tras terminar sus estudios de Derecho, logra abrirse paso como redactor en varios diarios del momento.

El destino de ambos personajes se cruza pronto en la novela, pero ninguno de los dos lo va a tener fácil ni en el amor ni en lo profesional, porque nos encontramos con una sociedad asentada sobre un rígido sistema de clases y, al mismo tiempo, muy machista. Victoria se enfrenta al desprecio social y al escarnio de la mayoría de los hombres que ven las aspiraciones literarias e intelectuales de la mujer como una afrenta a la moral y a las buenas costumbres de la sociedad. Y Diego por su origen humilde encontrará el rechazo de la familia de Victoria.

No podemos olvidar que nos encontramos entre los años 1879 y 1885, cuando en España se sucedían gobiernos conservadores (de Antonio Cánovas del Castillo) y progresistas (de Práxedes Mateo Sagasta) y el país arrastraba numerosos problemas internos: un clima de revuelas e inestabilidad política constante consecuencia del enfrentamiento entre los partidarios de ambos bandos y, en consecuencia, un estado de corrupción permanente, de atraso económico, de hambre y pobreza enquistada, analfabetismo, especialmente femenino, y huelgas, en un Estado en bancarrota.

En este sentido esta novela, como la anterior, está magníficamente ambientada y la recreación de las redacciones de los periódicos de la época y de los talleres de impresión es perfecta. Lo mismo digo del uso del lenguaje pues aparecen numerosos términos propios de instrumentos de trabajo, prendas de vestir y expresiones de la época. Porque María Montesinos ha cuidado todos los detalles para ofrecernos una maravillosa novela en la que vuelve a hacernos partícipes de la batalla de muchas mujeres a finales de siglo por ejercer sus derechos, algunas de las cuales aparecen a lo largo de las páginas como Emilia Pardo Bazán, Concepción Arenal o Rosalía de Castro.

Este romance histórico tiene un final muy abierto porque la historia de amor de Victoria y Diego debe sin remedio continuar.

 

El Bebé es mío

(Oyinkan Braithwaite)



El relato de Oyinkan Braithwaite, porque estamos ante un relato largo más que ante una novela, ofrece una sencillez manifiesta en su forma. Como sucediera en Mi hermana, asesina en serie, la obra pasa velozmente ante nuestros ojos, estructurada en capítulos muy cortos que construyen una historia bastante simple enmarcada en la rabiosa actualidad pandémica. Un hombre,Bambi; tiene una bronca con su pareja y esta le echa de casa. Sin saber a dónde ir, termina en la casa de su recientemente enviudada tía, Bidemi, quien comparte la vivienda con la ex-amante de su fallecido marido, Esobe. Entre las dos, cuidan de un bebé, Remi, del que ambas reivindican su maternidad.

Esta trama, a priori un tanto culebrón, se convierte en manos de la autora en una historia de misterio en la que hemos de intentar descubrir quién es la verdadera madre de ese niño. Al mismo tiempo que vemos ciertos comportamientos extraños en las dos mujeres, el ambiente enrarecido en esa casa se va alternando con algunas confesiones que se desvelan en el momento justo, lo que hace de la lectura una experiencia muy ágil e inmersiva pese a la aparente intrascendencia de la historia.

El arte de deslizar la verdadera naturaleza de sus personajes sin utilizar una sola palabra que la denote está muy presente en la escritura de Braithwaite, y tal vez en ello encontramos lo mejor de El bebé es mío. El juego de pequeños engaños y ambigüedades de cada uno de los tres personajes conforma el corazón de una novela que quizá brinda un regusto extraño en el lector por no dejar muy claro el mensaje que la autora quiere ofrecer. A ello contribuye la ubicación de la historia en plena época de pandemia y confinamiento como algo apenas anecdótico y que solo sirve para dar arranque a la trama. En realidad, da igual la época donde se enmarque esta historia, ya que al final lo que prima es el enfrentamiento entre tres caracteres que podrían simbolizar tres maneras muy distintas de ver la vida, una más anclada a la tradición, una a la deriva de la modernidad y otra que oscila entre ambas.

Al contrario que en su anterior novela, aquí no encontramos ese deje de crítica que nos descubre algunos aspectos de la sociedad sudafricana contemporánea. Sin embargo, entre líneas sí que podemos percibir cierto poso decadente que se evidencia tanto en el estado en que se encuentra la casa como en la propia obstinación de unos personajes que, cada uno a su manera, se empeñan en no querer ver la situación real de sus momentos vitales.

Sin que el misterio sea excesivamente potente ni la ambigüedad demasiado marcada, El bebé es mío tiene algo indefinible que atrapa. Quizá sea la propia casa donde transcurre la acción, que por momentos parece alzarse como el personaje de más entidad. Tal vez la presencia en segundo plano del tío fallecido y sus secretos. Tal vez una cierta indefinición que lo rodea todo y que nos insta a mirar con atención. Posiblemente sea eso, la continua transición de los espectros. 

Oyinkan nos hipnotiza de nuevo mediante capítulos cortos (2-3 páginas) en un intrigante misterio por el que pisaremos un terreno conocido por todos: el confinamiento. Un aura noir y de pura desconfianza que circula por el asfixiante hogar que los tres están obligados a compartir. Dentro de esta realidad tan cercana para nosotros, con esa imposibilidad de salir del hogar, el miedo de contraer la enfermedad y una crisis económica tensando el ambiente, las 96 páginas de El bebé es mío son ante todo una reflexión sobre la maternidad y la fidelidad ¿Es la maternidad o la paternidad un asunto sanguíneo, o de crianza?

Oyinkan, inspirada directamente en la batalla de las dos mujeres durante los juicios del rey Salomón, pero situada en nuestro presente más directo: un Lagos confinado por la COVID-19. Una historia corta de infidelidades, dudas, maternidades y, sobre todo, con un ritmo trepidante que te hará devorar sus páginas de una sentada 

 

 

 

Mi hermana asesina en serie

(Oyinkan Braithwaite)





Me ha sorprendido el estilo de esta autora por su originalidad a la hora de tratar temas tan escabrosos como el de los asesinatos en serie. Aunque teniendo en cuenta que la asesina en serie es la hermana de la protagonista, esta trata el asunto con más consideración y familiaridad que si fuera una desconocida cualquiera.

La novela está estructurada en capítulos titulados por una palabra que hace referencia al contenido de los mismos. De esta manera Korede nos introduce en su historia familiar y lo que es más importante la relación de complicidad con su hermana asesina en serie.

Ayoola, la hermana de Korede, tiene un serio problema con sus novios: cuando se cansa de ellos, cuando le decepcionan, o a veces sin motivo aparente, los mata. Ya lleva tres, lo cual la convierte en una asesina en serie. La única que lo sabe es Korede, que movida por un amor fraternal cada vez más en el alambre, ha ayudado a Ayoola a eliminar pistas, cubrir sus pasos y, en definitiva, evitar que se descubra que aquellas misteriosas desapariciones de hombres jóvenes que se están produciendo en Lagos llevan su marca letal. Por si la situación no fuera suficientemente complicada, Korede contempla horrorizada cómo su hermana empieza a salir con el hombre de sus sueños, el médico del hospital en que trabaja como enfermera, por lo que deberá replantearse su rol de cómplice, si no quiere que este triángulo amoroso termine en un baño de sangre.

A partir de estas dos hermanas peculiares, con personalidades opuestas y maneras muy distintas de integrarse en la jerarquía social -Korede representa el esfuerzo, el control, el respeto a las normas; Ayoola es anárquica, visceral, irresponsable, pero libre-, Oyinkan Braithwaite ha construido una trama negra tanto en su sentido del humor como en su vibrante desarrollo a la manera de thriller, situado en una Nigeria de principios de siglo XXI tan dinámica como peligrosa en este momento de cambios económicos y demográficos de la nueva África.

La joven escritora Oyinkan Braithwaite, desliza agudas reflexiones sobre el poder de la consanguinidad, las relaciones tóxicas y las posibilidades reales de comprensión y convivencia pacífica entre mujeres y hombres.

Si tuviéramos que poner un “pero” a la historia, éste sería el que no existe un auténtico personaje masculino verdaderamente bien perfilado. El fallecido pater familias era un monstruo; los policías (y los hombres en general) son unos idiotas babeantes que no pueden pensar con claridad en cuanto Ayoola les pone morritos; Muhtar, el paciente en coma de la habitación 313, es el consejero de Korede, pero poco más; y el principal foco de tensión entre las hermanas, el atractivo doctor Otumu, es o bien un objetivo idealizado por Korede o bien, una vez conoce a Ayoola, lo que alguien podría calificar como un “calzonazos”. Esto es más bien una necesidad narrativa, puesto que todos estos personajes tienen un fin determinado en la narración y estos rasgos de carácter potencian lo que la autora quiere contar, sin que dejen de parecernos personajes creíbles y necesarios en el gran esquema final.

Estoy de acuerdo con la autora que opina que el humor es una forma excelente de expresar un punto de vista sin parecer moralista.

Braithwaite nació en Lagos en 1988 y luego pasó la mayor parte de su infancia en el Reino Unido cuando su familia se mudó a Southgate, en el norte de Londres.  Tuvo su educación primaria en Londres y luego regresó a Lagos cuando nació su hermano en 2001. Estudió derecho y escritura creativa en la Universidad de Surrey y la Universidad de Kingston antes de regresar a Lagos en 2012. 

Ha trabajado como editora asistente en la editorial Kachifo y como gerente de producción en Ajapa World, una compañía de educación y entretenimiento. 

Mi hermana, asesina en serie ha sido galardonada con el premio Anthony a mejor debut.

jueves, 30 de enero de 2020

Mujeres que compran flores 
(Vanessa Monfort) 

Es un libro que ayuda a quererte.
En un pequeño y céntrico barrio de la ciudad hay cinco mujeres que compran flores. Al principio ninguna lo hace para sí misma: una las compra para su amor secreto, otra para su despacho, la tercera para pintarlas, otra para sus clientas, la última... para un muerto. La última de estas mujeres es Marina, y esta es su historia. Después de la pérdida de su pareja, Marina se da cuenta de que está totalmente perdida: había ocupado el asiento del copiloto durante demasiado tiempo. Buscando empezar de cero acepta un trabajo provisional en una curiosa floristería llamada El Jardín del Ángel. Allí conocerá a otras mujeres muy diferentes entre sí, pero que, como ella, se encuentran en una encrucijada vital con respecto a su trabajo, sus amantes, sus deseos o su familia. De la relación entre ellas y Olivia, la excéntrica y sabia dueña del local, surgirá una estrecha amistad de la que dependerá el nuevo rumbo que tomarán sus vidas.
Cada una de las mujeres que aparecen en la novela va a vivir su propia transformación cual crisálida para descubrir no solo quiénes son sino qué mujeres quieren ser.
Un lema reina entre las páginas del libro: “Vivir es un tema urgente” 
Las tramas que se tejen quedan perfectamente resueltas y con un brillo de fuerza y energía positiva brutal. Podemos ser quienes queramos ser cuando dejamos el miedo en la puerta y nos convenzamos de que somos libres de elegir.
Una historia de amistad pero también de esperanza y de nuevos sueños que cumplir. Una aventura cotidiana en busca de la independencia femenina, un épico viaje al centro de los sueños de la mujer contemporánea. Una lectura mágica y muy especial.
Las mujeres que compran flores son:
 Marina
Sufre el síndrome del copiloto: siempre ha dependido de que su pareja le marque el rumbo de su vida. Su flor es la violeta, que simboliza la humildad y la timidez, pero también la confianza en sí misma que debe ganarse. Tiene que tirar las cenizas de Oscar en Tanger y le aconsejan hacer el viaje en solitario en su barco “Peter Pan”.
 Casandra
Padece el síndrome de la superwoman: antes que depender de nadie se aplicaría la eutanasia activa. Prioriza su éxito profesional sobre su vida personal, en el caso de tenerla. Su flor es la orquídea azul, símbolo del relax que le falta.
 Gala
Representa el síndrome de Galatea: cree firmemente que la mujer tiene hoy todos los derechos. Todos salvo el de envejecer. Su flor es el lirio blanco, símbolo de una coquetería que no se marchita hasta morir. Aurora Encarna el síndrome de la bella sufriente: confunde el amor con la obsesión. Es decir, cuanto más dolor más enamorada se siente. Su flor es la caléndula, la flor de la pena. Pero también es símbolo de la crueldad que no se atreve a devolver, ni siquiera en pequeñas dosis, para defenderse.
 Victoria
Una de esas mujeres que han decidido poder con todo -la mejor madre, la mejor trabajadora, la mejor hija-, o dicho de otro modo, las que tienen el síndrome de la omnipotente. Su flor es la del membrillo, la flor de la tentación. La tentación de romper con todo y liberarse.
La que se las vende:
Olivia:
Su superpoder era que sabía ver dentro de las personas y las ayudaba a transformarse. Como Mary Poppins personaje redicho y algo borde que llega a la vida de la gente con la misión de mejorarla. Por la libertad de su pensamiento, porque parecía tener todas las respuestas, era la mujer que todas queríamos ser. “Una persona que no se ama a sí mismo, no sabe amar en absoluto”.
“El amor es una enfermedad cuando se pierde y una cura cuando se tiene”
“El miedo nos hace perder las oportunidades más interesantes y bonitas de nuestra vida”.
“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”
“La única forma de huir del dolor es pasarlo y para la incertidumbre, avanzar”
La autora aparece al final del libro sorprendiendo a Olivia y a Marina en el jardín de las flores, para ella quiere “rosas azules”, símbolo de la eternidad, son rosas de ficción, artificiales, creadas por el hombre. Agradecimientos:
A mi madre viento fuerte que empujó este barco en medio de la noche.
Vanessa Montfort (Barcelona, 1975), es novelista y dramaturga, y está considerada una de las voces destacadas de la reciente literatura española que ha traspasado nuestras fronteras. Licenciada en Ciencias de la Información, ha publicado El ingrediente secreto (XI Premio Ateneo Joven de Sevilla, 2006. Algaida Editores); Mitología de Nueva York (XI Premio Internacional de Novela Ateneo de Sevilla, 2010. Algaida Editores); La leyenda de la isla sin voz (Premio Internacional Ciudad de Zaragoza a la mejor novela histórica publicada en 2014. Plaza y Janés, 2014), y Mujeres que compran flores (Plaza y Janés, 2016), que se ha convertido en un fenómeno literario internacional, ha triunfado en España, Italia y Latinoamérica y cuyos derechos han sido vendidos a Estados Unidos, Francia, Portugal, Alemania, Noruega, Corea y Bulgaria, entre otros países. Su última novela es El sueño de la crisálida (Plaza y Janés, 2019).
Dentro de su variada obra teatral destacan Flashback, La cortesía de los ciegos y Tierra de tiza, escritas para el Royal Court Theatre de Londres; La Regenta, versión libre de la novela de Clarín (Teatros del Canal, 2012); El galgo (Fundación SGAE, 2013); Sirena negra, llevada al cine por Elio Quiroga (Festival de Sitges, 2015); El hogar del monstruo (CDN, 2016), o Firmado Lejárraga (Centro Dramático Nacional, 2019) en la que recupera la figura de María Lejárraga, la primera dramaturga española, cuyos textos fueron firmados por su marido.
La humanización de las ciudades, el lirismo, la teatralidad de los diálogos y el dibujo de los personajes y sus conflictos -espejo de la actualidad con un pie en lo extraordinario- convierten sus obras en una montaña rusa emocional protagonizada por personajes inolvidables.

domingo, 19 de enero de 2020

SOSTIENE PEREIRA 
(Antonio Tabucchi) 


Es una historia que transcurre en el país vecino. En ella se narra la Lisboa de 1938, tiempos de cruel dictadura de Salazar y por tanto muy represiva. En la vecina España, se vive y se padece una guerra civil, los rebeldes levantados contra el Gobierno legítimo de la República ganan terreno, más de media geografía se encuentra bajo su dominio, y un año después del inicio de su “marcha triunfal” implantaría la dictadura totalitaria del nacionalcatolicismo en todo el territorio, con lo que se inicia la mordaza que duró cuarenta años.
El conmovedor protagonista Pereira, es un periodista modesto al que se le ha encargado la elaboración de las páginas de cultura de un periódico vespertino de poca tirada con la cabecera de Lisboa porque se edita en Lisboa. Y era una tarde soleada cuando Pereira se encuentra en la redacción del periódico, leyendo una revista católica, cuando se fija en un artículo que trata sobre el alma y la muerte escrito por un italiano, y como Pereira es católico practicante muestra su interés por el tema, por lo que todo es terminar su lectura, cuando decide hablar por teléfono con el autor.
Lo hace y quedan para verse en la Plaza de la Alegría donde hay un baile popular. Así comienza esta excelente historia del pasado siglo, donde el personaje principal, Pereira, periodista modesto, creyente y apolítico, entrará en todo un proceso de cambio, toma de conciencia. Le hace como sentirse culpable de algo que no ha hecho, puesto que anteriormente a la lectura de la novela lo había mirado con indiferencia porque esas cosas de las dictaduras y las guerras nunca correspondieron a su pasividad y el recuerdo perenne y fiel recuerdo de su esposa fallecida. Es este el punto de encuentro con el que se inicia una intensa relación entre el viejo y distraído periodista, el joven filósofo italiano y su novia Marta, relación que a medida que avanza la narración despertará pasión, cariño y una clara toma de conciencia que transformará totalmente la vida de Pereira.
El personaje lo ocupa todo desde la ternura, humanidad, vulnerabilidad y su continuo monólogo de hombre solitario que consulta con el retrato de su mujer desde lo cotidiano hasta los problemas de asuntos difíciles y cruciales, situaciones que van surgiendo. Así toma altura de criterios, ternura y conmoción, al verse inmerso en un mundo que siempre logró evitar, contemplarlo desde fuera parapetado en su indolencia y la tristeza de su soledad.
Con esta novela Tabucchi dio varios puñetazos en la mesa:
El primero fue reivindicar el papel del periodismo y la opinión pública en tiempos de opresión: «el país callaba, no podía hacer otra cosa sino callar».
El segundo propósito fue cuestionar el carácter político de la cultura. Con Pereira recorremos Lisboa, aprovecha Tabucchi estos paseos para hacer patente la violencia intrínseca a toda sociedad desorientada y cómplice de una moral corrompida que es hija de su política: «Esta ciudad apesta a muerte, toda Europa apesta a muerte». En verdad no nos queda tan lejos. Sin embargo, el amor que Tabucchi siente por Portugal (a la sazón tenía la doble nacionalidad italo-portuguesa) hace que el terrible aroma del pánico político quede relegado a un —muy fino— segundo plano.
El nudo central del relato es la muerte. Y Pereira se siente presa de ella. Por varias razones: su padre tenía una agencia de pompas fúnebres, su mujer murió de tuberculosis y «él estaba gordo, sufría del corazón y tenía la presión alta, y el médico le había dicho que de seguir así no duraría mucho». Razones que lo acongojan de una manera silenciosa, semejante a sus paseos, cavilantes y meditabundos. Sin embargo la sangre llama a la sangre, y un joven rutilante llamado Monteiro Rossi capta la atención de Pereira por un artículo sobre la muerte que éste azarosamente ha leído en una revista. Aunque Tabucchi hubiera querido hacer pasar a su protagonista por alguien desdeñoso o tal vez indolente, la curiosidad de Pereira por el joven se acrecienta. Algo lo incita. Necesita redactores que se ocupen de la sección más fúnebre del suplemento: los obituarios. Pereira considera que la excelencia informativa de un periódico de la envergadura del Lisboa estriba en la inmediatez. Por eso se cita con Rossi, le infunde curiosidad que alguien tan joven esté interesado por la muerte; pero el muchacho, que se muestra desorientado, confiesa que ese artículo forma parte de una tesina y que ésta es un plagio. Sólo la fresca y huracanada aparición de Marta, la novia de Rossi, consigue oxigenar el aturdimiento de Pereira. El tiempo revelará que la colaboración con Monteiro Rossi es un completo desastre, pero asistimos aquí al inicio de la paulatina conversión de Pereira. Todos sus textos son impublicables pero sin embargo Pereira no los desestima, los guarda una y otra vez en la misma carpeta. Podría haberlos tirado, lo dice, pero no lo hace. Como si incluso siendo indignos sintiera que debe protegerlos de algo que desconoce o, de otro modo, como si en realidad no fueran tan indignos o si lo que se opusiera entre ellos no fuera la cultura, sino una postura política. Pereira entretanto se dirige a las termas de Buçaco, donde Silva, un amigo de la universidad, espera su llegada. Entonces Pereira pronuncia quizá la declaración más fulgurante de la novela: «Pero yo soy un periodista, repuso Pereira. ¿Y qué?, dijo Silva. Que tengo que ser libre, dijo Pereira». Es de una rotundidad tan aplastante que todo lo que quisiera añadir, sobra. A ello le siguen algún tenso episodio con el director —«Rilke, dijo el director, su nombre me suena»—, una plácida estancia en la clínica talasoterápica de Parede, la decisiva presencia del doctor Cardoso (en verdad un filósofo afrancesado que respalda sus inquietudes y acaba restituyendo su confianza) y sobre todo la evanescente irrupción de una mujer que sostiene entre sus manos un libro de Thomas Mann y que termina por infundir en Pereira el deseo de hacer algo con su vida.
Es evidente que la infructuosa relación con Monteiro Rossi no ha sido todo lo catastrófica que pensaba. Esta singular amistad abre a Pereira la puerta de las expectativas a una nueva vida de lucha y libertad. Para él es un renacimiento. Sucede que ahora, al contrario de como había vivido hasta el momento, se siente en pugna directa contra el salazarismo, el Estado Novo o cualquier forma de vasallaje político y cultural.
El final se resuelve en una serie de circunstancias que dan al traste con la vida de Monteiro Rossi y lo relacionan con la Guerra Civil española. Una tragedia funesta. Y casi también la de Pereira, porque encubrir a subversivos en tiempos de orden y totalitarismo, bien vale una paliza que literalmente le rompa a uno la cabeza. Pero aún tiene una salida, Pereira sí. Recuerda repentinamente a aquella mujer que leía a Thomas Mann y hace la maleta, no sin antes enviar un artículo incendiario que, gracias a un ardid tramado con la ayuda del doctor Cardoso, logra burlar la censura. El artículo se titula “Asesinato de un periodista” y será la vergüenza del salazarismo. Es la venganza que Pereira ha de cobrarse por la muerte impune de Monteiro Rossi. Coge el retrato de su mujer, que coloca boca arriba para que respire, y se marcha. Sólo ella es testigo de su transformación.
Tabucchi se basó un hecho real acaecido en 1992, la muerte de un periodista que conoció en París en calidad de exiliado. Tal vez para él la literatura era un soliloquio, un monólogo interior.
Pereira no habla, ni tan siquiera piensa en sentido estricto, sino que declara, de ahí el título. El vocablo sostener, que vale por reafirmar, tiene también el valor de un declarar enfático.
Y detrás de todo esto, el testamento proliterario: «La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura parece ocuparse sólo de fantasías, pero quizá diga la verdad».
El resultado es que Pereira comienza obsesionado por la muerte y termina seducido por la vida, el reverso de la vida de Monteiro Rossi. Lo mismo que los separaba al principio, acaba uniéndolos al final. Como consecuencia de ello Rossi es asesinado. Pero Pereira huye de Portugal. Incitado por la inmediatez, atrás lo deja todo: el periódico, sus recuerdos en Coimbra, el doctor Cardoso, su Lisboa natal, pero también un régimen patrio y biempensante cuyos mecanismos de opresión le han empujado a descubrir el valor de la vida.
Una novela que, más que una novela, puede ser entendida como el testamento de un escritor militante, amante de la libertad, y amante del mundo.
SOBRE EL AUTOR ANTONIO TABUCCHI
El novelista italiano enamorado de Pessoa, de Lisboa, de Portugal y de la lengua portuguesa, nació en Pisa en 1943, en plena guerra mundial y conservó siempre la misma casa de infancia de la Toscana. Conocido sobre todo por sus trabajos sobre el escritor portugués Fernando Pessoa, enseñó Lengua y Literatura Portuguesa en la Universidad italiana de Siena, interés que le vino desde su juventud cuando, de viaje por París, encontró el poemario Tabacaria del poeta portugués. Como novelista, alcanzó el éxito con Sostiene Pereira, que fue adaptada al cine y protagonizada por Marcello Mastroianni, al igual que otra de sus obras, Réquiem. Sostiene Pereira obtuvo, además, el Premio Campiello, el Scanno y el Jean Monnet. Fue galardonado asimismo por su novela Nocturno Hindú, con el premio francés Médicis étranger; y con el premio español de periodismo Francisco Cerecedo. Escritor comprometido, consiguió con su novela La cabeza perdida de Damasceno Monteiro (1997) la revisión del caso que aparecía en la obra, resolviendo el asesinato de un ciudadano portugués. Tabucchi también practicó el género epistolar, como demuestra su compendio de cartas sin destinatario: Se está haciendo cada vez más tarde (2001). Colaboró con diversos medios de comunicación, entre ellos Corriere de la Sera y el diario El País. Tabucchi falleció el 25 de marzo de 2012 a los 68 años.