miércoles, 6 de julio de 2022

 

HAMNET

(Maggie O’Farrell)




La escritora irlandesa tardó mucho en escribir Hamnet. Tanto, que antes terminó tres libros antes de ponerse con ese documento que tenía en su ordenador.

La autora dice:

-“Tenía una sensación extraña acerca de escribir sobre el tema. No soy una persona muy supersticiosa, pero había algo, quizás porque tengo un hijo y dos hijas como Shakespeare. Sentía que no podía escribir el libro hasta que mi hijo no tuviese más de once años. Suena absurdo, porque no existe demasiado peligro de que mi hijo coja la peste negra, aunque nunca sabes. Ahora tiene 17, así que creo que está fuera de peligro”. 

Agnes (Anne Hathaway) esposa de Shakespeare, es la verdadera protagonista de esta historia. Su padre escribió Agnes en lugar de Anne en su testamento. Y ese es el nombre que le asigna la autora en su libro. La figura de una mujer que no fue ni sombra ni pequeña, pese a la estatura que el tiempo le ha concedido a su monumental esposo.

Es una vindicación no una reivindicación de este personaje, la mujer de Shakespeare, 8 años mayor que él, campesina, gran conocedora de las propiedades de las plantas, visionaria, tiene un sexto sentido, sabe lo que va a pasar, cura enfermedades mediante las plantas, una mujer del bosque, podría ser cualquier mujer del siglo XVI, pero la autora se empeña en mostrarnos todo lo extraordinario que hay en ella. Sabe a lo largo de la novela en su lecho de muerte estará acompañada por dos de sus hijos, no por los tres que tiene. Pero ella no es capaz de salvar a su hijo y tampoco de sentirlo tras su desaparición. Solo sabe que está enterrado en el cementerio, con la mortaja que ella misma le hizo, descomponiéndose poco a poco. Y eso la incapacita durante un tiempo, son sus hijas las que tienen que hacerse cargo de los asuntos de la familia. Entre ellos, los negocios de su padre, que invertía sus enormes ganancias del teatro en comprar propiedades. Es un personaje con mucha fuerza.

Curiosamente a Shakespeare ni le nombra, ni siquiera por su nombre de pila William. Quizá porque como comentaba previamente la que le interesa en realidad es ella Agnes, su mujer.

William Shakespeare nació en 1564 en Stratford–upon-Avon (Inglaterra), es el tercer hijo de John, comerciante y fabricante de guantes y Mary. La andadura de Shakespeare como dramaturgo empezó tras su traslado a Londres, donde rápidamente adquirió fama y popularidad en su trabajo para la compañía Chaberlain's Men, más tarde conocida como King's Men, propietaria de dos teatros, The Globe y Blackfriars. También representó, con éxito, en la corte. Sus inicios fueron, sin embargo, humildes, y según las fuentes trabajó en los más variados oficios, si bien parece razonable suponer que estuvo desde el principio relacionado con el teatro, puesto que antes de consagrarse como autor se le conocía ya como actor.

Hay pocos datos de la vida personal de William Shakespeare, pero muchos menos todavía de su familia. Estaba casado con Anne Hathaway –sí, como la actriz– y tuvo tres hijos: Susanna, Judith y Hamnet, que eran gemelos. El niño falleció a los once años. O'Farrell se enteró de ese dato cuando tenía 16 y aún estaba en el instituto. Y se le quedó grabado. En el siglo XVI Hamnet y Hamlet eran dos formas intercambiables del mismo nombre, lo que para ella quiere decir que Shakespeare le escribió una obra a su hijo fallecido. O, al menos, con su nombre.

 Otra peculiaridad de esta novela es su estilo, muy pausado, muy bello en sus descripciones de la vida doméstica del siglo XVI, pasan pocas cosas, pero las que pasan van dejando huella indeleble en cada uno de los lectores.

El tema principal es el duelo, la muerte, el temor a la perdida de nuestros seres más queridos. Y la manera en que enfocan esta muerte cada miembro de la familia.

Trata también el tema de la maternidad, el embarazo, el parto, el matrimonio, con una sensibilidad sorprendente. Narra igualmente la dificultad para gestionar la pérdida de un hijo.

Pero también es un homenaje al teatro. De forma sutil a lo largo de toda la narración, que se hace explícita cuando la novela está a punto de terminar. Agnes viaja hasta Londres al corral de comedias donde su marido representa Hamlet y en esa escena final, la autora cierra todos los cabos sueltos de la trama; conecta con el teatro el doble dolor de la madre: por la pérdida del hijo y por el presunto distanciamiento del marido; y enlaza la tragedia doméstica del pequeño Hamnet con la tragedia universal del príncipe de Dinamarca. Agnes, experta en hierbas medicinales, sanadora de cuerpos –pero incapaz de sanarse a sí misma por la muerte de su hijo–, descubre en el corral de comedias otro tipo de «magia», «el encantamiento del hechicero» que obran los actores en el escenario. La conexión «entre la vida y el teatro». Y entonces «entiende»: «la comprensión llueve sobre ella en finas gotas: su marido ha obrado algo semejante a la alquimia».

Frase que le dijo Shakespeare a su esposa antes de morir

'La vida es muy corta para amarte en una vida, prometo buscarte en la otra'.

Apetece seguir leyendo a esta autora, por ejemplo: La primera mano que sostuvo la mía, Tiene que ser aquí y Sigo aquí.

 

 

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

(Tatiana Tibuleac)



El libro conquista por su título.

¿Cómo eran los ojos de la madre de Aleksy para dedicarles este libro?

“Los ojos de mi madre eran un despropósito”,

“Los ojos de mi madre eran los restos de una madre guapa”,

“Los ojos de mi madre lloraban hacia dentro”,

“Los ojos de mi madre eran el deseo de una ciega cumplido por el sol”,

“Los ojos de mi madre eran campos de tallos rotos”,

“Los ojos de mi madre eran mis historias no contadas”,

“Los ojos de mi madre eran las ventanas de un submarino de esmeraldas”,

“Los ojos de mi madre eran conchas despuntadas en los árboles”,

“Los ojos de mi madre eran cicatrices en el rostro del verano”,

“Los ojos de mi madre eran brotes a la espera”.

La novela narra la historia de Aleksy, un afamado y desequilibrado artista plástico a quien su psiquiatra le recomienda escribir sobre el último verano que pasó con su madre antes de que ella muriera de cáncer, para solucionar un persistente bloqueo creativo. Arrastrado por los recuerdos, Aleksy relata una niñez miserable marcada por la pérdida de una hermana, el abandono del padre y su internamiento en un centro psiquiátrico, donde brilla un odio áspero y profundo por su madre, que se transformará gradualmente en dependencia y en una especie de amor disfuncional, cuando la madre le confiese que una enfermedad se la va a llevar por delante y que es el último verano que pasarán juntos.

Al avanzar en esta relación Aleksy define con mayor precisión cómo son los ojos de su madre.

La madre es una mujer que no ha sido amada y no ha cumplido sus sueños, y el perder a una hija la sume en una situación insostenible. La falta de amor se hereda de una generación a otra, aunque siempre hay tiempo para romper esa cadena. Cuando una familia sufre una pérdida, generalmente no se consigue reaccionar en grupo y, a pesar de que el dolor debería ser un sentimiento que uniera a la gente, suele ser el que la separa. Y, de hecho, creo que no tiene importancia el hecho de quién culpa a quién, de que él culpe a la madre, porque cuando en una familia sucede una tragedia, todos culpabilizan a los demás y también a sí mismos.

La autora moldava Tatiana Tibuleac opina que quizá sea ingenuo pensar que unos meses pueden cambiar una vida, pero cree sinceramente que puede suceder, que siempre hay tiempo para hacer las paces. Incluso puede suceder después de la muerte. Cree que estos son los mensajes del libro, la reconciliación y el perdón, que las cosas pueden repararse a pesar del tiempo y a pesar de todo, aunque sea en el último momento.

En cuanto a su estilo tan directo y descarnado dice que siempre persigue que las imágenes que describe provoquen una reacción emocional y que en sus libros la escritura fácil es muy difícil de encontrar. Pero no ve en ellos sólo crueldad, oscuridad y violencia, hay también luz, paz y lirismo, oasis en forma de versos para que el lector descanse de esas escenas tan duras.

Periodista de formación, se dio a conocer en 1995 como columnista de uno de los diarios más importantes en lengua rumana. En 1999 empezó a trabajar en televisión, donde consolidó su papel dentro del periodismo de corte social y actualmente reside en París, donde continúa colaborando con los medios. Tras esta primera novela, auténtico fenómeno literario en Rumanía y ganadora de premios como el otorgado por la Unión de Escritores Moldavos, el de la revista literaria Observator Cultural y el Lyceum, en 2018 Tibuleac publicó la segunda, Jardín de vidrio.