El
verano en que mi madre tuvo los ojos verdes
(Tatiana
Tibuleac)
El libro conquista por su título.
¿Cómo eran los ojos de la madre de Aleksy para dedicarles este libro?
“Los ojos de mi madre eran un despropósito”,
“Los ojos de mi madre eran los restos de una madre guapa”,
“Los ojos de mi madre lloraban hacia dentro”,
“Los ojos de mi madre eran el deseo de una ciega cumplido
por el sol”,
“Los ojos de mi madre eran campos de tallos rotos”,
“Los ojos de mi madre eran mis historias no contadas”,
“Los ojos de mi madre eran las ventanas de un submarino
de esmeraldas”,
“Los ojos de mi madre eran conchas despuntadas en los
árboles”,
“Los ojos de mi madre eran cicatrices en el rostro del
verano”,
“Los ojos de mi madre eran brotes a la espera”.
La novela narra la historia de Aleksy, un afamado y
desequilibrado artista plástico a quien su psiquiatra le recomienda escribir
sobre el último verano que pasó con su madre antes de que ella muriera de
cáncer, para solucionar un persistente bloqueo creativo. Arrastrado por los
recuerdos, Aleksy relata una niñez miserable marcada por la pérdida de
una hermana, el abandono del padre y su internamiento en un centro psiquiátrico,
donde brilla un odio áspero y profundo por su madre, que se transformará
gradualmente en dependencia y en una especie de amor disfuncional, cuando la
madre le confiese que una enfermedad se la va a llevar por delante y que es el
último verano que pasarán juntos.
Al avanzar en esta relación Aleksy define con mayor
precisión cómo son los ojos de su madre.
La madre es una mujer que no ha sido amada y no ha
cumplido sus sueños, y el perder a una hija la sume en una situación
insostenible. La falta de amor se hereda de una generación a otra,
aunque siempre hay tiempo para romper esa cadena. Cuando una familia sufre
una pérdida, generalmente no se consigue reaccionar en grupo y, a pesar de que
el dolor debería ser un sentimiento que uniera a la gente, suele ser el que la
separa. Y, de hecho, creo que no tiene importancia el hecho de quién culpa a quién,
de que él culpe a la madre, porque cuando en una familia sucede una tragedia,
todos culpabilizan a los demás y también a sí mismos.
La autora moldava Tatiana
Tibuleac opina que quizá sea ingenuo pensar que unos meses pueden cambiar
una vida, pero cree sinceramente que puede suceder, que siempre hay tiempo para
hacer las paces. Incluso puede suceder después de la muerte. Cree que estos son
los mensajes del libro, la reconciliación y el perdón, que las cosas
pueden repararse a pesar del tiempo y a pesar de todo, aunque sea en el
último momento.
En cuanto a su estilo tan
directo y descarnado dice que siempre persigue que las imágenes que describe
provoquen una reacción emocional y que en sus libros la escritura fácil es muy
difícil de encontrar. Pero no ve en ellos sólo crueldad,
oscuridad y violencia, hay también luz, paz y lirismo, oasis en forma de versos
para que el lector descanse de esas escenas tan duras.
Periodista de formación, se dio a conocer en 1995 como
columnista de uno de los diarios más importantes en lengua rumana. En 1999
empezó a trabajar en televisión, donde consolidó su papel dentro del periodismo
de corte social y actualmente reside en París, donde continúa colaborando con
los medios. Tras esta primera novela, auténtico fenómeno literario en Rumanía y
ganadora de premios como el otorgado por la Unión de Escritores Moldavos, el de
la revista literaria Observator Cultural y el Lyceum, en 2018 Tibuleac
publicó la segunda, Jardín de vidrio.
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