jueves, 17 de enero de 2019

“El hombre del revés” 
 (Fred Vargas) 


Es la novela más atípica hasta el momento de la saga Adamsberg. Hay algo que llama poderosamente la atención. Nuestro querido y venerado Comisario no aparece hasta el último tercio del libro, conformando los dos primeros tercios del libro una especie de novela paralela con mucho menos interés, aunque indispensable para encauzar la verdadera historia, que se escribe de forma magistral desde el momento en que Adamsberg toma el mando.
Las historias de Fred Vargas se caracterizan por sus personajes, siempre atípicos y poco sociables, y por sus asesinatos, tan poco comunes como espeluznantes.
En esta ocasión, un sanguinario lobo está haciendo estragos entre el ganado del Mercantour, un Parque Natural de los Alpes franceses. Sin embargo, los rumores de un posible hombre lobo por la zona se confirman cuando una pastora es brutalmente asesinada, poniendo tras la pista del licántropo a un trío de personajes de lo más peculiar. Camille, viejo amor de Adamsberg, se unirá en su búsqueda a Soliman, un inmigrante africano adoptado por la víctima, y al “Veloso”, pastor de la zona cuyo único hobby consiste en beber vino de su pueblo. Mientras la primera se relaja leyendo el “Catálogo profesional de herramientas”, el joven africano se dedica a memorizar el diccionario y a inventar fábulas. En resumen, un trío pintoresco acorde al prototipo de Fred Vargas.
Este trío es el protagonista durante dos tercios de la novela, hasta que aparece en la acción principal el Comisario Adamsberg. A partir de su presencia la novela coge mucho más ritmo. No dudo que la historia no tenga fuerza por sí misma, pero a un personaje como este hay que sacarle el jugo desde el principio, y junto a él al resto de sus compañeros, ya que en este caso sólo su lugarteniente Danglard aparece, y de pasada. “El hombre del revés” es una historia con una introducción demasiado larga, pero con un final de 150 páginas absolutamente brillantes; y que estamos ante una saga de una calidad altísima, gracias a un personaje como Jean Baptiste Adamsberg, a la altura de los más grandes.

 Fred Vargas, su verdadero nombre es Frédérique Audoin-Rouzeau, pero ha conseguido convertir el seudónimo de Fred Vargas en una auténtica institución de la literatura, en concreto de la novela negra. Escogió como seudónimo el de "Vargas", el mismo que escogió su hermana gemela Joëlle, pintora conocida bajo el nombre de Jo Vargas. Todo lector empedernido que disfrute de la lectura de libros de intriga debería, al menos, conocer las mejores obras de esta autora que todavía continúa asombrando al mundo con sus creaciones.
 Próxima parada… “Bajo los vientos de Neptuno”.