Caperucita en Manhattan
(Carmen Martín Gaite)
En su inocencia infantil, Sara todavía no ha aprendido a separar la realidad de la ficción. En su mundo, la fantasía ocupa un lugar de honor. Los personajes de la ficción y los reales, en ese mundo, están en un mismo plano y, con frecuencia, yuxtapuestos.
Carmen Martín Gaite decía en su obra El cuarto de atrás que “la literatura es un desafío a la lógica”; esta mezcla entre realidad y ficción que caracteriza el mundo de Sara Allen es una muestra de ese desafío. Los tres primeros libros que Sara-Caperucita lee son las historias de Robinson Crusoe, Alicia en el país de las maravillas, y Caperucita Roja. Las aventuras de estos personajes le permiten escapar de su realidad, de sus limitaciones. Por diferentes que sean estas tres historias, la niña ve en ellas lo que tienen en común, se convierte en una crítica literaria. Aunque no tan distintas, porque la aventura principal era la de que fueran por el mundo ellos solos, sin una madre ni un padre que los llevaran cogidos de la mano, haciéndoles advertencias y prohibiéndoles cosas. Por el agua, por el aire, por un bosque, pero ellos solos. Libres. Y naturalmente podían hablar con los animales, eso a Sara le parecía lógico. Y que Alicia cambiara de tamaño porque a ella en sueños también le pasaba. Y que el señor Robinson viviera en una isla, como la estatua de la Libertad. Todo tenía que ver con la libertad.
Esta obra está contada en tercera persona, por un narrador omnisciente, que no forma parte del mundo que describe, pero que conoce absolutamente todos los detalles de ese mundo. Se trata de un narrador que es un tanto parcial, de todos modos, pues permite que el final de la historia en la que Sara es protagonista sea diferente. No necesita regresar a su realidad cotidiana, su aventura se continúa: gracias a una moneda que le da Miss Lunatic, puede llegar, a través de una alcantarilla, a la Estatua de la Libertad.
Las aventuras de Sara, como las de Robinson, Alicia, o Caperucita, tienen que ver con la libertad; pero en esta nueva Caperucita la fantasía vence a la realidad, la literatura desafía a la lógica. Todas estas casualidades tienen a Sara como centro, ya que todos los personajes importantes de la trama de esta novela se encuentran por medio de la niña. Ese narrador externo al mundo narrado, quien manipula todos sus hilos, no es objetivo; gracias a todas esas coincidencias, puede la fantasía predominar sobre la lógica.
El espacio en el que transcurren las obras es otro aspecto que es interesante comparar. Para llegar desde su propia casa a la casa de su abuela, la Caperucita tradicional debe atravesar un bosque, un espacio peligroso por su naturaleza (oscuridad, frondosidad, animales que lo habitan, etc.), pero también por lo que simboliza. El bosque de Caperucita en Manhattan es mucho más grande: la acción transcurre en la ciudad de Nueva York, y el bosque incluiría todas las calles del trayecto entre Brooklyn y Manhattan que Sara y su madre recorren todos los sábados cuando van a visitar a Rebecca Little, la abuela. Vivian Allen se siente atemorizada ante este viaje, y siempre agarra fuertemente la mano de su hija, para protegerla. Por el contrario, Sara se siente viva durante esos viajes, atenta a observar absolutamente todo lo que la rodea, porque rompe su monotonía y le muestra la pluralidad del mundo. En particular, Central Park es motivo de temor para la madre, pues, según las noticias ciudadanas, hay un delincuente suelto (“el vampiro del Bronx”). Por el contrario, tanto Rebecca Little como Miss Lunatic animan a Sara a descubrir ese espacio (del mismo modo que la animan a hacer uso de su imaginación). Caperucita en Manhattan termina de forma diferente al cuento tradicional que parodia.
La Sara Allen crítica literaria de narraciones infantiles, se siente decepcionada ante el final de las obras que lee, como hemos indicado anteriormente. Después de hacer volar la imaginación con sus aventuras, a los personajes (y a sus lectores) se les obliga a regresar al mundo real, regido por la lógica, no por la fantasía. Eso no puede ocurrir con la historia de la propia Sara. Miss Lunatic da a Sara-Caperucita una moneda que, insertada en una ranura determinada, va a permitirle llegar a la Estatua de la Libertad, continuando sus aventuras lejos de las limitaciones impuestas por su protectora madre. Sin duda alguna, el tema de la libertad, y el de la frontera entre realidad y fantasía, protagonizan esta novela. Si por un lado tenemos la reflexión anteriormente citada, también tenemos en este final una referencia obvia a Alicia en el país de las maravillas. La Sara que se introduce por la alcantarilla en busca de la Libertad está iniciando un viaje fantástico que será, tal vez, similar al de Alicia. La obra de Carroll está muy presente en este final de la novela, pero sus ecos nos han perseguido a lo largo de toda ella. La libertad para ser ella misma es lo que espera a Sara al otro lado del túnel.
Caperucita en Manhattan se presenta como una novela ágil con la que Martín Gaite ofrece su particular perspectiva del cuento infantil. Un viaje cargado de escenas emotivas, de momentos entrañables y de recuerdos, en una dulce y sabrosa combinación que surtirá efecto en la vida de cada uno de los personajes, marcando de nuevo el camino a seguir. Después de todo, los patrones no tienen por qué repetirse. Y si eso sucede, siempre podrás tomarle la mano a la pequeña Sara y gritar con ella:
- «¡Miranfú!»
Descubre su mundo, ella te contará encantada el significado de su mensaje.
Una delicia de lectura, una evocación a nuestro lado más tierno e ingenuo, que no viene mal en estos tiempos de prisas y feroz materialismo.