Leer_confinada

 

La trenza

(Laetitia Colombani)

Laetitia Colombani escribió ‘La Trenza’ porque quería hablar del valor de quienes deciden librar una batalla contra la enfermedad y la discriminación. Un día acompañó a su amiga Olivia, en tratamiento por un cáncer, a comprar una peluca y descubrió que las había de pelo natural. Eso le recordó un documental sobre la peregrinación de la casta de los intocables a los templos hindús. Ese ‘flash’ fue el detonante del relato.

La autora nos cuenta retazos de la vida de tres mujeres:

Smita: hindú, de la casta de los intocables o parias, cuya actividad consiste en recoger los residuos de los que pertenecen a castas superiores. Vive con su marido y con su hija Lalita. Su mayor ambición es una vida y un destino mejor para su hija, y pone todo su empeño en que así sea.

Giulia: joven italiana que hereda la fábrica de su padre de pelucas y se ve obligada a sacarla adelante superando la quiebra que la amenaza, con la ayuda de Kamal, su pareja.

Sarah, superwoman canadiense, abogada y con dos hijos, dispuesta a sacrificar su vida privada en aras de su trabajo, hasta que le sobreviene la enfermedad y tiene que reinventarse para salir adelante.

Smita, Guilia y Sarah son tres mujeres que no se conocen, pero tienen mucho en común. La vida, como a tantos otros, les va a poner en una situación límite y serán ellas mismas las que tendrán que tomar las riendas de su vida para que el final, se convierta en realidad en un nuevo principio.

Smita cede la materia prima: su cabello y el de su hija, sin saber que a Giulia le va a permitir continuar con su trabajo y fabricar una preciada peluca que lucirá Sarah, haciéndola recuperar su autoestima como la poderosa mujer que siempre ha sido.

“Quién salva una vida, salva el mundo entero”, frase de Talmud.

 “Mujeres unidas por sus cabellos, mujeres que no se dan por vencidas. Cada una de ellas lleva un poco de mí.” L. Colombani.

 La trenza  vincula a las tres mujeres. El pelo es un destacado rasgo femenino y perderlo puede ser doloroso. Investigando, descubrió que un pelo, aunque sea fino, es muy resistente y esa idea le gustó, porque estas tres mujeres superan pruebas, se enfrentan a retos y aguantan. Son unas luchadoras.

La narración es sencilla y prescinde de detalles y diálogos, aunque me ha gustado esa pluma tan directa que tiene la autora porque me ha permitido meterme en la piel de los personajes a pesar de estar contado en tercera persona. Trenza una historia que cobra vida entre sus dedos, es la suya, pero no le pertenece.

La autora se considera sólo el eslabón que une sus vidas, que como Ariadna, teje el hilo que las enlaza. Ella es una tejedora de historias y continuará tejiendo porque otras vidas y otras páginas la aguardan.

Agradece a su madre haber sido su primera lectora y a sus maestros de francés que le inculcaran el placer de la escritura cuando era niña.

Laetitia Colombani (Burdeos, 1976) estudió cine en la escuela Louis-Lumière y dirigió su primera película con tan sólo veinticinco años. En poco tiempo, se ha consolidado como directora, guionista y actriz. La trenza, su ópera prima, se ha convertido en un fulgurante éxito editorial: vendida en casi treinta países antes incluso de su publicación, ha permanecido durante meses en lo más alto de las listas de ventas francesas, tras conquistar a la crítica y al público y ganar el prestigioso Prix Relay.

Lo que somos como mujeres se lo debemos a mujeres que antes que nosotras han luchado por hacer valer sus derechos que son ahora los nuestros.

20 de Marzo de 2020, 6º día de confinamiento

88 cumpleaños de mi padre


Manual para mujeres de la limpieza

(Lucía Berlín)



El título de esta novela no me seducía, sin embargo, dejándome llevar más por las críticas literarias que por las recomendaciones de amigas, quise leerlo.

Es una colección de relatos de Lucía Berlín, sus historias están ancladas en un mundo real, que se puede tocar. Su mirada abarca lo cotidiano junto a lo extraordinario, la vulgaridad y la fealdad junto a la belleza. Lucía tiene indudable talento para la observación. Sus historias son una exageración de la realidad, percibida con tanta agudeza y tan divertida, que aunque sintamos dolor, al contarla de este modo hallamos placer y el placer logra superar al dolor.

Basa sus relatos en su propia vida, aunque reconoce su tendencia a exagerar, pero nunca miente. Tuvo una vida intensa y agitada, de la que extrajo un material pintoresco, dramático y variado para sus relatos. Vivió con su familia en diferentes lugares, al dictado de las obligaciones de su padre. Lucía nació en Alaska y pasó sus primeros años en asentamientos mineros en el oeste de EEUU; luego vivió con la familia de su madre en El Paso, durante la ausencia del padre; después la trasladaron a Chile, a un estilo de vida muy diferente, de riqueza y privilegios. De adulta siguió llevando una vida agitada, geográficamente: vivió en México, Arizona, Nuevo México, Nueva York. Más adelante se instaló en Boulder Colorado, donde se dedicó a dar clases, y por último se trasladó más cerca de sus hijos, a Los Ángeles.

Escribe sobre sus hijos, tuvo cuatro, y los distintos trabajos que desempeñó para sacarlos adelante, mujer de la limpieza, enfermera en Urgencias, recepcionista en hospitales, telefonista en la centralita de un hospital y profesora.

En sus historias no dejan de suceder cosas, por eso cuesta abandonarlas una vez iniciadas, además de por la voz con la que las narra, tan atractiva, tan cercana, junto con el ritmo, las imágenes y la lucidez. Su ingenio e ironía fluyen a lo largo de las historias. El pasado seguía tan vivo para ella como lo estaban otras culturas, otras lenguas, las flaquezas humanas.

No escribe palabras de más. En sus historias nada es previsible, y aun así todo resulta d lo más natural y verosímil. No se anda con complicaciones, la brutalidad humana queda atenuada por su compasión ante la fragilidad humana, por la inteligencia y la agudeza de esa voz narrativa y ese suave sentido del humor. Un humor muy sutil.

Sus finales son sorprendentes, llegan de golpe. El inicio de sus historias podía tratarse de una simple imagen, pero esta acababa conectando con una experiencia intensa. Las historias, como decía ella, debían ser reales, debían salir de dentro, tener peso emocional. Al escribir las historias puedes transformar la realidad, pero nunca distorsionar la verdad. Este volumen pretende que Lucía Berlín empiece a recibir la atención que merece.

Su obra desborda vitalidad. Si un rasgo la caracteriza es la alegría. Hay historias muy crudas, pero lo destacable es el poso que dejan. Son historias impetuosas, tienen mucho dinamismo. Su vida transcurrió en gran medida en los márgenes, y fueron esos márgenes los que infundieron esa fuerza especial a su obra.

El latido de la tierra

(Luz Gabás)



Alira, hija de Elegía y Tomás, tiene la difícil tarea de mantener el patrimonio heredado, la mansión Elegía, en los aledaños de un pueblo abandonado, Aquilare. Recordaba con dolor como el pueblo comenzó a apagarse hasta morir, y como sus vecinos se vieron obligados a trasladarse a la localidad más próxima con más habitantes, Mongraín. Ella había elegido continuar en su tierra. La mansión había dado sentido a la existencia de su familia durante siglos. Su vida se había convertido en una lucha contra el peor enemigo: el tiempo. Y la lucha contra el tiempo era una lucha condenada al fracaso. “Y mi vida es mi casa y mi pasado”, palabras que parecía tener grabadas a fuego en su piel. Hasta que decidió sacar adelante su casa alquilando habitaciones a los que habían sido sus vecinos. Al mismo tiempo otros vecinos vinieron a poblar de nuevo el pueblo, defendían un proyecto ecológico y comprometido con el medio ambiente y deseaban un modelo de sociedad comunicativo, autosuficiente y autogestionado. Querían que la soledad del pueblo se convirtiera en vida, para siempre. Lo que al principio le pareció una aberración, al final le resultó un proyecto que le dio la vida a ella también, gracias a Damer uno de sus nuevos pobladores. Este envidiaba de Alira que formara parte de aquella tierra. Creía que el pasado debía servir para aprender, no para revivirlo. Damer era quien podía salvarla de su pasado y acompañarla hacia el futuro para quedarse.

La desaparición de, Dunia, una de los huéspedes de la mansión, precipita los acontecimientos para que Alira pueda librarse del peso de la casa para encontrar su propio lugar. Ella quería conservar sus raíces ancladas al que había sido su mundo. Anhelaba, sobre todo, seguir sintiendo el latido de la tierra, la misma tierra que un día la envolvería para siempre en su abrazo definitivo.

“Estamos hechos de pasado. El pasado habita en cada uno de nosotros”, somos la suma de lo aprendido de las generaciones anteriores, nuestras propias experiencias y nuestra actitud ante la vida, dice Luz Gabas al final del libro.

La autora dice que cada pueblo vacío es una historia por contar. El primer paso para superar el trauma de la España vaciada es asumirlo, no olvidarlo. Una vez asumido es importante contarlo, a nivel emocional, reconoce Luz Gabas, resulta sanador. En opinión de Julio Llamazares, autor que también ha escrito magistralmente acerca de la España vaciada, como podemos comprobar al leer “La lluvia amarilla”, ya está todo hablado, ahora lo que toca es actuar. Es necesario que la literatura aliente y que la política gestione.

Luz Gabas cree que vivir en el campo o del campo se va a ir convirtiendo en una oportunidad real para quien así lo desee. En la era de la información, de la movilidad, de los coches, de Internet y de la telefonía móvil, ciudad y campo ya no son tan opuestos como lo fueron, sino complementarios.

En esta historia se encuentra también la propia evolución emocional de Luz Gabas, desde la nostalgia por un pasado perdido e irrecuperable hacia un futuro incierto en el que, a pesar de todo, deposita su fe.




Tres funerales para Eladio Monroy

(Alexis Ravelo)




Eladio no es un investigador privado, ni un policía, ni siquiera uno retirado. Eladio es un canario jubilado de la marina mercante. Un buen tipo, preocupado por sus amigos y su bienestar, ayudándoles siempre que puede. Desde intentar colocar a un amigo inmigrante mecánico en un taller, hasta regalarle diariamente el periódico a su vecino del cuarto derecha. Se gana la vida con su pensión y con algún trapicheo que hace por ahí. Nada ilegal, pero tampoco legal del todo.

Por eso, le ofrecen un trabajillo para ganarse unos cuartos: hacer de chofer por un día. Parece algo sospechoso: hay que llevar a un tipo importante de un lado para otro y está bien pagado. Pero el dinero siempre viene bien y Eladio los tiene bien puestos: al menor problema, deja al tipo en cuestión y se larga.

Esta aventura es sólo la excusa para adentrarnos en la verdadera trama de la novela: Ana María, la ex-mujer de Eladio, le llama desesperada para pedirle su ayuda. Por lo visto alguien les está extorsionando a ella y a su marido por un vídeo un tanto subidito de tono, de ellos dos con compañía. Y Eladio parece el hombre perfecto para el trabajo. Pero como siempre pasa en estos casos, al final la cosa se complica.

No es una historia con grandes pretensiones: es directa, sencilla, con una trama sin complicaciones, pero bien hilada. Quizá de ahí que sea tan adictiva. No necesita tramas excesivamente complejas ni 200 personajes para que guste. Es la historia de un canario, de vuelta de todo, pero no por ello buena persona. Y quizá es lo que más me ha gustado de Eladio Monroy: lo buena persona que es. Que es un tipo duro, oiga, eso no se lo estoy quitando. Pero se preocupa de los suyos, es tierno cuando es necesario, y sobre todo es un tipo de fiar. El típico amigo con el que sabes que puedes contar, de los que merece la pena tener a tu lado porque si estás en un aprieto va a estar ahí.

Como digo, la historia está muy bien enlazada. No se complica la vida, pero tampoco es una historia simplona, no confundamos los términos. Eladio es un tipo duro como el que más, y si tiene que ponerse a dar guantazos no le tiembla la mano. Pero también tiene claro que la violencia hay que dejarla para casos extremos.

Dato curioso sobre el libro: los capítulos no están numerados, pero si titulados. Los títulos son iguales a la última frase de cada capítulo que titulan, y a su vez son citas literarias que el propio autor al final del libro nos invita a buscar. Aunque ya nos avisa que no vamos a encontrar todas.


La vieja sirena

(José Luis Sampedro)



La de Sampedro no es una novela de aventuras; es, en cambio, una historia de poder, ambición, amor y sexo. Más íntimamente, una lucha entre la ética y la estética, el hombre y la mujer y la razón y el corazón. La prosa es excelente; está muy bien escrito. Es una novela que se percibe con los cinco sentidos: casi puedes oler el aroma de las ciudades y jardines, casi puedes sentir el tacto de la seda y el marfil. En muchos sentidos, es como leer un poema hecho libro…

La intención del autor es construir un personaje simbólico, capaz de trascender las convenciones de su tiempo, que dote a la historia de una dimensión diferente: un personaje con una naturaleza lo suficientemente poderosa como para trastocar el orden establecido de las cosas en la decadencia y rigidez de la sociedad alejandrina. Es entonces cuando recurre al mito, único garante de apertura a realidades insospechadas en la mentalidad antigua. La introducción del elemento sobrenatural en la novela eleva el tono del relato hacia las cuestiones esenciales y primigenias del ser humano. Por esta razón, la construcción del personaje es cuidada y se fundamenta en cuatro puntos clave: identidad, amor, verosimilitud y dualidad.

1. IDENTIDAD: UNA VIDA DE MUCHAS VIDAS

El personaje de Glauka se plantea desde una perspectiva pluridimensional: incluso en su vida como humana ella no es una mujer, sino muchas. Son los demás, los que la rodean quienes la construyen y transforman y quienes, en última instancia, sustentan sus múltiples personalidades. Así, ella es Kilia para su familia adoptiva, Nur para su amante, Uruk, Irenia para su amiga la cristiana Domicia y, cuando encuentra a Arham, se convierte en Glauka porque él elige ese nombre para ella. La protagonista acepta sin resistencia los cambios que le imponen los demás y su pasividad se explica precisamente por el desconocimiento de sí misma.

Son muchos los indicios que apuntan a lo extraordinario y que llevan a quienes la rodean a pensar que posee capacidades mágicas y a temerla. El primero de ellos es el cabello. Otro de los rasgos físicos que caracterizan al personaje son sus ojos glaucos, motivo por el cual Ahram dará este nombre a la sirena, pues se trata de un dato que solo mencionan él y otro personaje fundamental, Krito, quien afirma: “Su cabello es muy hermoso, cierto, pero valen más sus ojos. Glaucos, ¿te has fijado?”.

Pero sin duda el atributo más inusual en el cuerpo de Glauka es su extrema capacidad de regeneración, que otorga un aspecto siempre joven a la protagonista y que es el responsable de la rápida curación de sus heridas.

2. AMOR: EL MITO A TRAVÉS DE ANDERSEN

La sirena de Sampedro y la de Andersen tienen un motor común: la búsqueda del amor como objetivo prioritario y la renuncia de su vida acuática como medio para conseguirlo. Las diferencias, no obstante, son significativas. La sirena de Andersen se enamora antes de convertirse en mortal y el objetivo es único: lograr el amor del príncipe. En cambio, la sirena de Sampedro anhela el amor como sentimiento en sí mismo, concibiéndolo como una realidad opuesta a la eternidad. La sirena rebelde es premiada con la plenitud porque, como ya hemos afirmado, el límite existe en la novela para ser transgredido. En el desenlace, Afrodita concede a Glauka el deseo de volver a ser sirena para velar el cadáver de Ahram que ella misma ha arrojado al mar. Se transforma así en una sirena mortal y desciende a las profundidades del océano en busca de la muerte que la une para siempre a Ahram.

3. LA VEROSIMILITUD: ALEJANDRÍA Y ULISES EL NAVEGANTE

En La vieja sirena, Glauka cumple su destino al enamorar al navegante, desafía los límites de La Odisea y vence como mujer y como ser mitológico. El enfoque del personaje cambia: el lector está situado del lado de la sirena, aun cuando la verdadera identidad de esta no haya sido revelada. Glauka no es, al contrario que sus hermanas del relato de Homero, un ser seductor y peligroso, porque ella misma desconoce el poder de su naturaleza. Esto permite a Ahram, el navegante, acercarse a ella en la creencia de estar acercándose a una esclava, una mujer extraordinaria en muchos aspectos, pero humana, al fin y al cabo. Los términos del esquema argumental se invierten en este momento: es el navegante quien, con su entrega, despierta a la sirena dormida dentro de Glauka.

4. LA DUALIDAD: SIRENA Y MUJER

Glauka, la mujer y la sirena, es un personaje marcado por diferentes binomios que afectan a su planteamiento vital: mujer/sirena, libre/esclava y, especialmente mortal/eterna. Estas dualidades son el reflejo de la condición híbrida de la sirena, mitad pez, mitad mujer, que la acompaña durante toda su existencia. Por esta razón, Glauka va a entenderse a la perfección con el otro personaje dual de la novela, el filósofo Krito, que presenta una doble sexualidad, vistiendo a veces de hombre y otras como mujer.

Sampedro reinventa a la sirena, la humaniza, pero no por ello la hace débil, sino muy al contrario, construye un personaje coherente y valiente, pleno de vitalidad. Porque a pesar de su petición a la diosa de que ella restablezca su naturaleza original, Glauka es consecuente en su elección hasta las últimas consecuencias. Ella no llora por la muerte de Ahram sino que decide seguirlo hasta el último de los finales, más allá de la vida física. Glauka se convierte de nuevo en sirena para morir y acepta con naturalidad, sin miedo ni arrepentimiento, las condiciones impuestas: trascendido el límite, superada la plenitud, llega la muerte y, con ella, el verdadero sentido de la existencia.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Anímate a comentar lo que piensas