"Sueño de un día de verano"
(Primer premio del Primer Concurso de Relatos Breves "Casa abierta")
(Carmen Luengo Nicolau)

Las aeronautas del pacífico centro comercial
(Carmen Luengo Nicolau)
Iba con prisas hacia el lugar donde había quedado con mi prima. Hacía mucho que no nos veíamos y tenía muchas ganas de contarla como había cambiado mi vida desde la última vez que la vi y como gracias a que seguí las directrices que ella me aconsejó, había logrado convertirme en la escritora que tanto añoraba. Cuando apenas quedaban 100 metros para llegar a nuestro punto de encuentro empezó a vibrar el móvil en mi bolsillo. Era ella que llevaba tiempo esperando y quería asegurarse de que el lugar en el que se encontraba, era el acertado, yo la dije que sí, que efectivamente habíamos quedado en la puerta principal de aquel gran centro comercial. Yo conforme avanzaba hacia la puerta en la que habíamos quedado la buscaba con la mirada, pero mis ojos no acertaban a adivinarla entre la multitud. Miraba con atención las caras de todas las mujeres que esperaban a la entrada, ella me decía que me esperaba allí, pero yo era incapaz de verla, y ella de verme a mí. Yo la decía que levantara los brazos a ver si así era capaz de encontrarla, pero nada, allí todos estaban completamente parados y nadie levantaba los brazos. Ella insistía en que acababa de levantar los brazos. Hasta que por fin pude verla, había entrado en el centro comercial y su brazo me indicaba la dirección a la que se dirigía. Me dijo que entrara que acababa de ver algo que la había llamado la atención y que se hallaba en el interior de una tienda que la había sorprendido. Corté la llamada indicándola que por fin la había localizado y que me dirigía a su encuentro. Entré en la tienda que ella me había indicado, me quedé alucinada, mira que había ido veces a aquel centro comercial y nunca había visto esa tienda. Era una tienda de inventos raros, no me extraña que la hubiera fascinado, porque nada más introducirme en su interior, no podía dejar de mirar aquellos curiosos objetos que me rodeaban y que no había visto en mi vida: un cepillo de pelo con fundas, según retirabas las fundas del cepillo los pelos caídos permanecían en ellas y se quedaba limpio como si nadie lo hubiera utilizado; cubiteras de hielo que tenían para empujar al centro y a los lados para sacar los cubitos de hielo sin problemas; una toquilla con manos que sobresalían de ella, que con dos manos cosidas a ella a modo de guantes, eran ideales para abrazar a los bebes y que siempre se sintiesen queridos; una botella con mango y de su cuello salía una alcachofa para distribuir el agua y regar las plantas; una esponja micrófono, para cantara alegremente mientras te duchas; un cinturón que era un metro y cuando te lo ponías indicaba el volumen de tu cintura; enchufes que al apretarlos salía un ladrón donde poder enchufar varias cosas a la vez; un carrito de la compra para sentarse, como si de una vulgar silla de salón se tratase; una estantería con forma de escalera, en el hueco que quedaba bajo ella se colocaban los libros en bandas horizontales; unos tenedores para introducirlos en los dedos y así poder pinchar más fácilmente la comida; unos tetrabrik de zumos con la forma de la fruta que vas a beber; una ducha con luces en el interior de la alcachofa para que el agua saliera del color que se deseara. 2 Avanzando por el pasillo principal mientras observaba aquellos ingeniosos inventos vi al fondo, en una zona más oscura, como si de la trastienda se tratara, a mi prima que se abría paso entre unas cortinas de terciopelo rojo, bajo un cartel con bombillas rojas que iluminaban la palabra IMAGINATION. Mi prima me hizo una seña para que la siguiera. Avancé en silencio, como si lo que fuera a hacer no me estuviera permitido, sin que nadie me viera, abriéndome paso entre las cortinas que albergaban aquella misteriosa zona. A la entrada había un jardín zen iluminado que infundía tranquilidad y confianza a los que osábamos entrar allí, estaba situado en el hueco de una escalera con los peldaños de madera, sin barandilla alguna, invitándonos a ascender al piso de arriba. Conforme subíamos, nos esperaba al final, un grupo de niños que agarrándonos de la mano y dándonos la bienvenida con una amable sonrisa, nos conducían a una gran sala con cabinas individuales de cristal. - Bienvenidos al Planeta Imaginario, decían, explicándonos que íbamos a ser capaces de descubrir a través de la imaginación aquellos lugares a los que siempre quisimos viajar, seríamos capaces de crear inventos útiles o inútiles, y de representar las imágenes de cosas, hechos reales o ideas, aunque éstas no existieran. Gracias al don de la fantasía que todos poseemos y que cuando más nos acompaña es cuando somos niños íbamos poder viajar al planeta imaginario. Siguiendo cada una al niño que nos acompañaba, entramos en cabinas individuales de paredes transparentes con dos banquetas en su interior, en cada banqueta había unos cascos con electrodos, de los que salían cables que acababan en un cable más grueso introduciéndose en un panel con multitud de teclas de diferentes colores y una pantalla en la parte superior. Cada niño nos invitaba a sentarnos y una vez allí se colocaba el casco en la cabeza, apretando varios botones del panel que conectaban todo lo que ocurría en su cabeza con la pantalla que se desplegaba ante nuestra vista. De repente vi la imagen de mi acompañante en la pantalla. Aparecía en la cama durmiendo con cara relajada y llena de felicidad, en ese momento se abrió la puerta de su habitación y asomó la cara de un rey negro con un brillante turbante que con un dedo en la boca indicaba silencio a sus acompañantes. La puerta se cerraba y aparecía el salón de la casa con la chimenea encendida y los zapatos colocados delante de tres sillas, dos grandes y una pequeña. En cada una de las sillas se colocaban grandes paquetes envueltos en papeles de vistosos colores adornados con cintas brillantes, esperando a ser abiertos y mostrar las maravillas que guardaban en su interior. Cuando el rey negro escapaba por la puerta de la terraza, se abría la puerta de la habitación donde dormía mi amigo y al ver el fascinante espectáculo comenzaba a gritar, implorando urgentemente la presencia de sus padres. Cuando al final los padres irrumpían en el salón, medio dormidos, abrían los regalos y sonreían satisfechos al ver cumplidos sus deseos. La 3 imagen se esfumaba de la pantalla después de que un precioso cachorro saliera de la caja reservada para mi amiguito y empezará a limpiar su cara con grandes y cariñosos lametones. La pantalla se apagó y mi compañero se retiró el casco que cubría su cabeza y coronaba sus sueños, lamentando que su magnífico sueño se desvaneciera, pasándomelo mientras señalaba mi cabeza, como diciendo que si todo estaba claro, ahora me tocaba a mí empezar a imaginar. Sin dudarlo después de haber asistido al sueño de mi joven amigo, y acordándome del sentimiento de ansiedad que me invadía siempre la mágica noche de reyes, cuando era niña, me coloqué aquel casco que me trasladaría a paraísos soñados. Mi sueño comenzaba levantándome de la cama en una mañana soleada, para mí siempre el momento del amanecer y contemplar el sol en el horizonte siempre había sido mágico. En ese momento sonaba el teléfono del portero automático, al cogerlo escuchaba la voz de mi prima que me esperaba en el portal, rogando que me diera prisa en bajar y que no hacía falta que cogiera nada. Sin dudarlo me vestí rápidamente y bajé al portal donde ella me estaba esperando. Me cogió del brazo y me dijo que nos estaban esperando. Al llegar a la calle un hombre con una gorra junto a un coche rojo situado en segunda fila nos hizo una señal para que fuéramos hacia allí. Nos abrió la puerta del asiento de atrás para que nos metiéramos en el coche y cuando ya estábamos dentro, el se introdujo en el asiento del conductor y dijo ¿Dónde quieren que les conduzca?, yo dije sin pensarlo que me gustaría ir al aeropuerto de Barajas. Gloria se me quedó mirando divertida pensando en que excentricidad estaría pensando en esos momentos, pero le dije que no la desvelaría nada hasta que no estuviéramos montadas a bordo de un avión. Cuando llegamos al aeropuerto nuestro chofer se bajó del coche y nos abrió la puerta invitándonos a salir. Nos condujo al interior del aeropuerto, diciéndonos a qué terminal queríamos dirigirnos, a la T5 le dije sin dudar. Tras avanzar por interminables pasillos y poder observar tras los ventanales los arcos amarillos típicos de aquella terminal, llegamos a una gran sala desde la que se divisaba una inmensa pista de aterrizaje en la que descansaban grandes aviones, pero de todos ellos destacaba un pequeño aeroplano que parecía esperarnos ansioso de emprender el vuelo. A través de un túnel por el que nos condujo nuestro chofer, llegamos a la pista en la que nos esperaba nuestro avión. Allí en las escaleras de nuestro jet privado nos dio la bienvenida nuestro capitán de vuelo, conduciéndonos por las escaleras a nuestros cómodos asientos. Allí una vez instaladas en unos confortables asientos nuestro capitán nos preguntó hacia donde nos gustaría dirigirnos. Mi prima se me quedó mirando a la espera de que la sorprendiera con mi elección. 4 -A la Ciudad de la Alegría, dije yo. A Calcuta, en la India. -¡Toma ya!, dijo Gloria. -Buena elección dijo nuestro capitán, prepárense para volar, abróchense los cinturones que vamos a recorrer los 8570,78 kilómetros que nos separan. Deseo que disfruten del viaje, a lo largo de las 15 horas de vuelo que nos esperan. El tiempo transcurrió volando y nunca mejor dicho, nos sirvieron la comida y la bebida que precisamos, teniendo la oportunidad de empezar a degustar ricos manjares hindúes para ir acostumbrando nuestros estómagos al sabor de las exóticas especias. Después de sumergirnos en un breve sueño, de pronto oímos la voz de nuestro capitán avisándonos de nuestra llegada a La Ciudad de la Alegría invitándonos a colocarnos los cinturones ya que íbamos a aterrizar en el aeropuerto de Calcuta. Cuando llegamos a Calcuta nos trasladaron a la ciudad, al llegar nos bajamos del coche y nos montamos cada una en un rickshaw, que era un pequeño vehículo de dos ruedas conducido por un agradable y vigoroso muchacho hindú. Las calles estaban muy concurridas y avanzábamos despacio, moviéndonos entre un tráfico caótico, así pudimos tener la oportunidad de sentir la ciudad más que conocerla. Nuestro conductor nos llevó por la calle más comercial de Calcuta, Park St, nos mostró la tumba de la madre Teresa de Calcuta en la que depositamos un ramo de flores, ya que ambas la admirábamos por su generosidad, hicimos fotos del río Hoogly y del puente Howrah, en los ghats vimos a la gente bañándose en las oscuras y sagradas aguas del río. Visitamos el jardín botánico de Kokata. Después nos llevó al mercado de las flores, con un colorido y un perfume que lo convertían en un lugar encantador. Calcuta es la ciudad de la diosa Kali, nos decía el muchacho que conducía nuestro vehículo, es la divinidad de la muerte y la destrucción, ahora os vamos a llevar a conocer el templo construido en su honor, es uno de los puntos más importantes de la ciudad, en el que abundan muchos puestos y esculturas en honor de la diosa y sobre todo mucha gente, nos quitamos los zapatos y avanzamos descalzas por la calle. Después fuimos al barrio de los escultores, donde muchos artistas crean las esculturas de dioses que serán utilizados en grandes festivales, las calles están llenas de talleres especializados a los que la gente te permite amablemente contemplar cómo trabajan. Visitamos también al norte de la ciudad los templos jainistas, que constituyen un remanso de paz, haciéndote desconectar de la escandalosa ciudad y contemplar los templos rodeados de preciosos y limpios jardines que te invitan a pasear entre ellos. Lo que está claro es que ésta ciudad llama poderosamente la atención porque es una ciudad de contrastes mientras que ves a mucha gente que sobrevive pobremente en sus calles, otros hacen cola ante los grandes hoteles y restaurantes de su ciudad. 5 Después de asistir al espectáculo de ésta sorprendente ciudad nos dirigimos de nuevo al aeropuerto para que nuestro avión privado nos trasladara al Taj Mahal, ya que no nos podíamos ir de la India sin visitar una de las siete maravillas del mundo. Nos trasladamos hasta la ciudad de Agra en el estado de Ultra Pradesh. Allí pudimos asistir al magnífico templo construido en el siglo XVII, su belleza inmortal se alimentaba de una trágica historia de amor, entre un emperador y su esposa. Es un verdadero jardín del paraíso desde el que se admira la impresionante silueta del mausoleo recortada sobre un cielo limpio. Este palacio se construyó en honor de la mujer del emperador que murió al dar a luz a su decimo tercer hijo, incluso se desviaron las aguas del rio Yamuna para que el palacio se reflejase en sus aguas. Junto a la emperatriz se enterró también al emperador cuando murió para que descansasen eternamente juntos. Cuando el sol empezaba a ocultarse tras sus blancas y magníficas cúpulas y torres nos fuimos de aquel lugar, tristes al recordar la trágica historia de amor y alegres por otro, agradecidas por haber podido asistir a ésta obra de arte tan sublime, a ésta lágrima blanca, esta poesía hecha arte. Cuando regresamos al avión dijimos al capitán que nos condujese a Benarés, ya que habíamos empezado por la Ciudad de la Alegría, íbamos a concluir nuestro viaje en la Ciudad Imaginaria, para hacer honor a nuestra alegre e imaginaria aventura. Benarés es la más india de las ciudades de la India, es el principal centro de la cultura hindú. Parece un sueño hecho realidad, una ciudad en la que nadie se queda indiferente, una ciudad admirablemente asombrosa. A ésta ciudad acuden oleadas de peregrinos para sumergirse en las aguas del río Ganges y purificar sus almas, este río en el que se mira una civilización entera y en el que millones de personas ven el camino de la salvación. Nos sorprendieron también la belleza de sus casas y antiguas mansiones. Con una agradable sensación de plenitud y de bienestar nos dirigimos de nuevo al aeropuerto donde nos esperaba nuestro querido y entrañable avión privado. Contamos a nuestro capitán todo lo que habíamos disfrutado a lo largo de nuestro viaje y éste nos invitó nuevamente a sentarnos en nuestros confortables asientos para emprender nuestro viaje de vuelta. Si el viaje de ida fue rápido el de vuelta fue vertiginoso y en un abrir y cerrar de ojos nos encontramos de vuelta en el aeropuerto de Barajas. Al llegar a Madrid y querer contemplar mi ciudad abrí tanto los ojos para verla que la pantalla se apagó y sentí cómo a mi lado había alguien que tiraba de mi brazo reclamando mi atención. -Me ha gustado mucho tu viaje, es un país fantástico y muy diferente al nuestro, no me extraña que durante años te haya fascinado tanto y que tu imaginación lo haya tra ído en ésta ocasión recreándolo con tanto detalle para que lo disfrutes con todo su esplendor. 6 Cuando salí de la cabina me reuní de nuevo con Gloria, ésta tenía un semblante completamente diferente al que recordaba de ella antes de sumergirnos en ésta experiencia. Recuerdo que me había comentado que llevaba una temporada que no levantaba cabeza, después de engancharse un fuerte constipado, cuando le dije que la veía mucho más recuperada, me dijo que no sabía a qué me refería, a tu constipado la dije yo, ¿a qué constipado te refieres?. Las dos salimos de aquella fantástica tienda, después de despedirnos con un fuerte abrazo de nuestros jóvenes compañeros de viaje. Al mirar la hora nos dimos cuenta de que había llegado la hora de separarnos y de irnos cada una a cumplir con nuestras respectivas obligaciones diarias. -¡Nos tenemos que ver más a menudo!, dijo Gloria, mira que me gustan poco los centros comerciales, pero la próxima vez que nos veamos quiero que nos volvamos a encontrar en éste preciso y precioso lugar.
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