Tokyo Blues (Norwegian Wood)
Haruki Murakami
Toru Watanabe, un ejecutivo de 37 años, escucha casualmente mientras aterriza en un aeropuerto europeo una vieja canción de los Beatles, y la música le hace retroceder a su juventud, al turbulento Tokio de finales de los sesenta. Toru recuerda, con una mezcla de melancolía y desasosiego, a la inestable y misteriosa Naoko, la novia de su mejor –y único– amigo de la adolescencia, Kizuki. El suicidio de éste les distancia durante un año hasta que se reencuentran en la universidad. Inician allí una relación íntima; sin embargo, la frágil salud mental de Naoko se resiente y la internan en un centro de reposo. Al poco, Toru se enamora de Midori, una joven activa y resuelta. Indeciso, sumido en dudas y temores, experimenta el deslumbramiento y el desengaño allá donde todo parece cobrar sentido: el sexo, el amor y la muerte. La situación, para él, para los tres, se ha vuelto insostenible; ninguno parece capaz de alcanzar el delicado equilibrio entre las esperanzas juveniles y la necesidad de encontrar un lugar en el mundo.
Con Tokio blues las emociones están muy presentes, a flor de piel diríamos, desde la primera hasta la última página. Cada una de sus páginas está cargada de melancolía, sufrimiento y dolor; de traumas sin resolver; de dilemas y miedos interiores; de amor, muerte y amistad… La definiríamos como una novela con un transfondo oscuro, gris, lúgubre… pero muy sentimental.
La mejor parte de la novela son los personajes. Cada uno tiene una vida definida, problemas, características psicológicas y físicas. Todos son especiales, con filosofías de vida muy llamativas. En Tokio Blues los personajes femeninos son las figuras principales Las cuatro mujeres que aparecen en Tokio Blues, Naoko, Midori, Reiko y Hatsumi, son figuras sumamente simbólicas, sobre todo por lo que se refiere a la actitud que asumen en su búsqueda del amor. Describiéndolas desde el punto de vista de Watanabe, el narrador personaje, Murakami nos presenta un catálogo humano rico en variedad y matices. Entre dichas cuatro mujeres, por ejemplo, Naoko y Midori, vienen descritas como seres opuestos que confunden a Watanabe manteniendo con él una relación íntima. Otro aspecto clave de Tokio Blues radica en cómo los personajes muertos, su recuerdo, su añoranza, guían la acción de aquellos que quedan en vida, funcionando como un motor para sus decisiones de acercarse el uno al otro. La figura del difunto Kizuki, por ejemplo, está al origen de la relación sexual entre Naoko, que era su novia, y Watanabe, que había sido su mejor amigo. El “encuentro” entre Naoko y Watanabe, no es nada más que un inútil intento de encubrir el hueco, las imperfecciones aludidas en la cita, que la pérdida de Kizuki ha abierto en el alma de los dos jóvenes.