"Sueño de un día de verano"
(Primer premio del Primer Concurso de Relatos Breves "Casa abierta")
Como cada mañana me levantaba temprano para empezar mi jornada laboral, con mucha pereza después de haber dormido apenas cuatro o cinco horas, que fue cuando empezó a refrescar un poquito y pude al fin conciliar el sueño. Estaba contenta con mi trabajo, pero porqué siempre me tocaba hacerlo en verano, cuando los demás estaban de vacaciones. En fin qué le vamos a hacer, ya vendrán otros veranos que pueda disfrutar. En estos pensamientos andaba mientras esperaba que viniera el autobús que me conduciría al trabajo.
El autobús tardó más de lo que era habitual, ya se sabe en verano restringen el servicio porque hay mucha gente de vacaciones, ¡bienaventurados aquellos que se pueden ir de vacaciones!, pensé. Cuando llegó a la parada iba hasta los topes, tuve que empujar enérgicamente para no quedarme en tierra. Pues sí, sólo faltaba eso que llegará tarde y además de quedarme sin vacaciones también me quedase sin trabajo. Una vez se puso en marcha en vez de avanzar en línea recta por el Paseo de la Castellana, al llegar a Cibeles giró bruscamente hacia la izquierda, y se detuvo en la Puerta del Retiro junto a la Puerta de Alcalá. El autobús abrió las puertas y los pasajeros nos quedamos mirando unos a otros y echando un vistazo enojados a nuestros relojes, empezamos a impacientarnos, al ver que el conductor bajó del autobús y no hacía ningún ademán que indicase que iba a continuar con su trayecto cotidiano, fuimos descendiendo uno a uno todos los pasajeros y colocándonos alrededor suyo, y antes de que pudiéramos articular reproche alguno, el conductor, poniéndose un dedo en la boca reclamando nuestro silencio, nos hizo una seña para que le siguiéramos.
Entramos todos al Retiro por sus majestuosas puertas y fuimos por una gran avenida custodiada por altos y frondosos árboles hasta llegar a una plaza con una fuente junto al estanque de las barcas. Nos dirigimos hacia el embarcadero, nos esperaba el Barco Solar que da paseos sin emitir residuos contaminantes, sin producir contaminación acústica y utilizando exclusivamente energía solar gratuita. El conductor nos presentó al patrón de aquel barco y muy amablemente se dignó a servirnos de guía en nuestro viaje.
El barco solar se dirigió al centro del estanque hasta situarse encima de una plataforma que giraba en dirección a los cuatro puntos cardinales que se reflejaban en el fondo del estanque.
El Este señalaba la dirección en la que el sol se ponía y fue nuestro primer rumbo a seguir, una majestuosa puesta de sol se desplegó ante nuestra vista según el sol iba ascendiendo se iba haciendo más pequeño en el cielo desplegando sobre nosotros sus reconfortantes rayos. El capitán del barco nos invitó a que desembarcáramos en una magnífica playa, desde la que se divisaba el mar entre grandes palmeras. No podíamos salir de nuestro asombro ya que allí estábamos hartos de ver un kiosco con una terraza para tomar un refrigerio a orillas del lago. Sin hacer caso a nuestro sentido común agradecimos que nuestros pies pisaran aquella cálida y fina arena y nos quedamos extasiados al contemplar sus aguas azul turquesa. Como si de un acto reflejo se tratara nos quitamos la ropa y nos dimos un relajante baño en el mar sin importarnos no haber echado el bañador en el bolso aquella mañana. Después nos secamos tumbados sobre la arena y el capitán insistió en que le acompañáramos de nuevo al embarcadero cercano a la playa. Al llegar nos esperaba nuestro barco solar, mientras el capitán se secaba con la toalla y se colocaba su gorra marinera, brújula en mano nos dijo que nuestro viaje iba a cambiar totalmente de rumbo en ésta ocasión nos dirigiríamos al norte. El barco situándose de nuevo sobre la plataforma central giró en la dirección indicada por el capitán, en ésta ocasión nos trasladamos a uno de los parajes naturales más sorprendentes de la tierra, admirados acudimos a contemplar una panorámica inigualable, “los fiordos noruegos” se hallaban en el lugar en que solía estar la gran columnata que rodea la estatua ecuestre del rey Alfonso XII. Llamaba la atención el verde del paisaje con una frondosa vegetación salpicada de vez en cuando por casitas de colores. El barco navegaba despacio ya que estaba nublado y nos quedamos impresionados al contemplar la cantidad de saltos de agua que se podían ver a lo largo y ancho del fiordo, la verdad es que era el viaje más bello que podíamos imaginar en barco. En ésta ocasión no bajamos del barco ya que hacía demasiado frío y no llevábamos ropa adecuada. Al salir del fiordo, nos vimos envueltos en una colosal tormenta, y grandes olas de más de diez metros de altura se precipitaron contra el barco provocando un cambio de rumbo. Gracias a la pericia de nuestro capitán pudimos escapar sanos y salvos de la tormenta, y cuando mejoraron las condiciones climáticas nos dirigimos de nuevo al centro y ésta vez el barco solar giró rumbo al Sur, hacia el Cabo de Buena Esperanza, el lugar más meridional del mundo.
Donde suele estar una balaustrada de hierro con un banco para que se sienten los viandantes contemplando el estanque, se situaba un cartel que nos indicaba que estábamos en el Cabo de Buena Esperanza, al desembarcar nos dirigimos a un funicular que parecía esperarnos y que nos subiría hasta el faro, desde allí arriba pudimos contemplar una maravillosa vista de la accidentada costa, y desde el mirador que se situaba delante del faro contemplamos una de las más bellas estampas marítimas del mundo. Desde allí descendimos a la costa por unos escalones muy artesanos, y al llegar abajo divisamos a lo lejos colonias de focas y pingüinos. Regresamos de nuevo a nuestro barco y allí nos esperaba nuestro capitán que nos tenía reservada la última sorpresa en ésta ocasión el giro de la plataforma mágica nos iba a conducir rumbo noroeste a la isla de Cuba. Al desembarcar nos dirigimos a la Habana vieja y efectuamos un recorrido por las coloridas casas frente al Malecon, charlando con las familias que las habitaban, bailando a ritmo del Son cubano y bebiendo unos refrescantes mojitos de ron que nos ofrecieron. Con el ritmo de la música cubana inundando todavía nuestra cabeza regresamos al puerto y allí como no, nos esperaba nuestro querido barco solar al que nos subimos contentos dejándonos guiar y esperando con ansiedad nuestro nuevo destino.
De repente el barco dio un giro de 360º todos medio mareados a causa de aquella vuelta tan brusca vimos asombrados que volvíamos a aparecer en las tranquilas aguas del estanque del Retiro, rodeados de barquitas a remo, y nuestro barco está vez navegaba hacia el embarcadero donde terminaría aquél fantástico viaje alrededor del mundo sin movernos de Madrid.
Allí nos esperaba el conductor del autobús señalando el reloj a modo de reproche. Caminando por el paseo que nos conduciría de nuevo a la salida del Retiro de la puerta de Alcalá. El conductor subió al autobús, que no se había movido de su sitio y abrió sus puertas para que todos subiéramos y tocando estruendosamente la bocina, dijo:
- ¡Vamos que nos vamos! , “señores pasajeros esperamos que éste viaje haya sido de su agrado”, con una simpática sonrisa dibujada en su cara,
Una vez que todos habíamos subido al autobús, las puertas se cerraron y continuamos nuestro viaje por el Paseo de la Castellana.
Todos nos miramos sorprendidos sin poder creer todo lo que habíamos conocido, vivido y experimentado en tan corto espacio de tiempo, mirando instintivamente nuestro reloj, del que no nos habíamos acordado durante todo el fantástico viaje, y al mirar la hora ésta señalaba la misma que cuando nos habíamos bajado enfadados sin saber qué demonios estaba ocurriendo. Habíamos realizado el viaje de nuestra vida y encima llegábamos a tiempo a nuestra rutina estival de Madrid. Todos miramos atónitos al conductor exigiéndole una explicación razonable, él detuvo un pequeño instante el autobús y tras disculparse por aquel frenazo, nos dijo:
- ¿a qué mereció la pena?, y a continuación,
- la verdad es que es admirable comprobar cómo el tiempo se detiene y carece de importancia cuando uno está disfrutando de las mejores vacaciones estivales de su vida.